Mientras las chiquilinas comadreaban entre ellas y las maestras hacían lo propio, cuidando un poco el orden, los varones de sexto año teníamos partido de fútbol.
Y todo ello en un entorno incomparable que nos permitió chafardear y comadrear como nos apetecía, largo y tendido, y relajadamente, y teniendo a nuestros hijos contentos y entretenidos.