Ellos eran los jefes naturales, los compañeros-jefes, los faroles rojos, los líderes inmarcesibles, los comandantes, los jefes supremos los que jamás se equivocaban.
Los ojos anclados en el escenario, rostros que avisaban felicidad, varias generaciones, parejas, solitarios, músicos, adolescentes izando camisetas y cámaras apunto, todo un paisaje inmarcesible.
El lugar de los héroes inmarcesibles indudablemente les cabe a unos pocos que como usted, no dudan en arresgarse personalmente en pos de su búsqueda de la verdad.