Cuando pocas son las esperanzas de poner de relieve el ejercicio jurídico, su voz constituye sabiduría y cimitarra desenvainada al servicio de las nobles causas.
Se necesita tanta acumulación de odio, tantos golpes de cimitarra y redobles de bofetadas, para al fin iniciar este interminable y ascendente proceso de derrumbe.